Hoy he decidido hablar de una de mis grandes pasiones: el arte de la interpretación. No es que alguna vez me haya planteado ser actriz, que no lo he hecho. Y eso que en este mundo «eventil» en el que nos movemos, a ver quién no ha tenido que «interpretar» alguna vez un papel, normalmente improvisado, en el que con una seguridad radical, ha conseguido calmar a los clientes y equipo ante algún desastre repentino (aunque por dentro viera como sus neuronas iban consumiéndose de nervios y angustia visceral).
En los años 90, en mi época televisiva, me tocó formarme en dirección de interpretación y, gracias a ello, poder dirigir actores y presentadores que participaban en los programas en los que trabajábamos. Cuando empieza mi vida en Brava Producciones, me doy cuenta de que uno de los grandes problemas de los eventos es la gran dificultad que supone hablar en público para muchos empleados, directivos, consejeros e incluso presidentes de diferentes compañías. Decido entonces poner en práctica aquellas técnicas de la etapa anterior, y desarrollar un módulo de formación de portavoces que aun sigo impartiendo en la actualidad. Y lo primero que digo siempre a mis «alumnos» es:
«No leas, ¡habla!»
Un buen ponente tiene que aprender a interpretar. Tiene que conseguir HABLAR, con mayúsculas, para que aquellos a los que se dirige puedan de verdad recibir e interpretar sus palabras. . No es tan importante que lleve o no un papel en su mano, que lea o no de una pantalla o de un teleprompter, como que sepa interpretar, decir cada frase con un sentido, con un tono que pueda llegar de verdad: la implantación de la voz, la expresión, la mirada hacia el público o hacia las cámaras, el movimiento, la postura corporal, las manos, los pies… Todo lo que constituye eso que llamamos el lenguaje no verbal, y que es tan fundamental para transmitir como las propias palabras. Por supuesto orquestado por un discurso conciso, preferiblemente sencillo, bien organizado en el mensaje, concreto y a poder ser, sincero y breve. De largos discursos, buenas siestas, ya sabéis…
Es cierto que muchos dicen no soportar hablar en público porque les comen los nervios. Pocos tienen esa capacidad natural de hablar, sin más, y comerse el escenario como si estuvieran en el salón de su casa, o de cháchara con los amigos. Rob Gilbert afirmaba en una entrevista que no era malo sentir mariposas en el estómago, que lo único que tenemos que hacer es enseñarles a volar en formación. Me gustó tanto esa explicación, que yo ahora la utilizo. El miedo escénico es el temor más común de los ponentes. Y todos creen que no lo pueden doblegar. Pero no es cierto: respirar, ensayar, corregir, sonreír, sentir… son algunos de los consejos y las técnicas que nos ayudan a hacer que las mariposas vuelen en formación. Practicar la oratoria y a partir de ahí, INTERPRETAR lo que quieres decir. Si lo haces, aunque sea leyendo, todos oiremos lo que estás hablando, y entenderemos, incluso sentiremos, lo que estás diciendo.
¡Ánimo, que tú también puedes hacerlo!